Nichos intelectuales y de contexto

El espiritualismo de vanguardia no sólo fue una sensibilidad que se expresó en el campo literario, fue sobre todo una visión de mundo y un modo de vida de un conjunto significativo de mujeres de la aristocracia chilena, de mujeres que se interesaron por la literatura y el arte, pero también por otras formas de intensificar la vida del espíritu, como la teosofía y la práctica del espiritismo, o por el misticismo u otras formas de experiencia religiosa. Pilar Subercaseaux Morla, recordando unas tertulias nocturnas en la casa de la familia Morla Lynch, a las que asistían Inés Echeverría (Iris), Rebeca Matte, Hernán Díaz Arrieta (Alone), Pedro Prado, Vicente Huidobro y el músico Pedro Humberto Allende, dice "la motivación fundamental de estas reuniones, al menos a la que se aludía al convocar a los invitados era de orden astronómica. En la terraza posterior de la casa había instalado un telescopio para mirar a las estrellas. No creo que las hermanas Morla o ninguno de sus invitados tuviesen grandes conocimientos de astronomía, pero ajustar el ojo a ese tubo cilíndrico las hacía sentirse integradas al cosmos. Después de hacer algunos aspavientos y lanzar ciertas reflexiones respecto a la inconmensurabilidad del universo y a la pequeñez del ser humano, se deslizaban como sobre un tobogán, por medio de las artes, la literatura, la poesía" y el espíritu.(47)

Es cierto que desde el punto de vista de los logros artísticos no hay entre las autoras nombradas obras señeras, que tengan por sí mismas gran significación para la literatura chilena (como lo tienen, por ejemplo, algunas de las obras contemporáneas de Mariano Latorre o Federico Gana, o los "Sonetos de la muerte" de Gabriela Mistral), situación que explica en cierta medida que esta sensibilidad haya pasado desapercibida para la historiografía literaria y cultural. Concibieron la literatura como un modo de expresión, como un medio para verter la interioridad, y no como una actividad a ser perfeccionada. Más que ser "escritoras" (o vivirse subjetivamente como tales) les interesaba vivir intensamente y con hondura la vida del espíritu, (ésta es otra diferencia clave con el modernismo canónico, que más bien se apartaba del carácter confesional de la literatura, exaltando la autonomía del artista). Teresa Wilms en el prólogo a Inquietudes sentimentales dice "al ofrecer estas páginas al lector no he pretendido hacer literatura. Mi única intención ha sido dar salida a mi espíritu". María Luisa Fernández de García Huidobro, dialogando con un periodista argentino, dice "Mi labor literaria es demasiado íntima. Sólo puedo escribir lo que siento, lo que me sale del alma. Esto no debe recopilarse en libros"(48). Son posturas que explican la importancia del diario de vida para la mayoría de los autoras mencionadas, y el bagaje inédito de diarios que aun persiste. Los diarios de vida -como ha señalado agudamente Roland Barthes- retardan la soledad de la escritura, y su textura espiritual se desdibuja y entra en otro tipo de relaciones cuando se convierten en obra o se transforman en volúmenes publicados. 

A pesar de esta perspectiva desinteresada con respecto a la profesionalidad literaria, el espiritualismo de vanguardia sí tuvo cierta relevancia para el proceso literario y cultural, puesto que conformó una tradición subterránea que va a incidir en autoras de la importancia de Gabriela Mistral y María Luisa Bombal. Gabriela Mistral, por ejemplo, hacia 1915, buscaba realizar -según sus propias palabras- una poesía "estremecida de soplo de alma". Ese mismo año le escribió una carta de admiración y entusiasmo a Iris en que la llamaba "escritora espiritualista de mis mismos pesares religiosos". Se interesó por los estudios de Teosofía y por las prácticas espiritistas. "Me ha llamado la atención este último tiempo" dice -en carta de 1916 a Eugenio Labarca- "un caso curioso: la gente a quien estimo, sin insinuación mía, se está dando a vivir vida honda, espiritual...usted estudia Teosofía...otros estudian a los místicos". (49)

Que el espiritualismo de vanguardia fue entre 1910 y 1920 una sensibilidad que tuvo cierta incidencia más allá del cenáculo de las autoras nombradas, lo demuestra la editorial de la revista Luz y sombra (1915) de Valparaíso, que en su segundo número, en tono de corte espiritualista, señala que no se extraña de la buena acogida que tuvo el primer número, "siempre juzgamos -escribe el editor- que bajo la corteza de frío positivismo con que el metálico roce cotidiano envuelve las almas, arde la sagrada pira del" espíritu ..."; aceptamos -dice- de los poetas "rosales, jazmines, lirios hasta cardos...lo único que impediremos -señala el editorial- es que ciertos espíritus prácticos pretendan cosechar (en nuestra revista) repollos y zanahorias...los mercaderes -advierte- al mercado". 

El espiritualismo de vanguardia, tuvo gran importancia en Pedro Prado y Vicente Huidobro. Se trata de una sensibilidad que explica la confluencia en Alsino de costumbrismo criollista con espiritualismo. O también el rango espiritualista con aires lúdicos de la "Somera iniciación al Jelse", el manifiesto del grupo de Los Diez, en 1916. En cuanto a Huidobro es conocida la estrecha filiación que en todo los planos tuvo con su madre, María Luisa Fernández de García Huidobro, también en el plano literario. "Hijo de mi alma" o "hijito de mi alma": así solía encabezar o concluir ella sus cartas al poeta, en una modalidad que debe ser entendida más allá de su forma lexicalizada. Fue su soporte y mecenas y lo defendió siempre, aun en los momentos más difíciles, por ejemplo cuando el poeta huyó del país con Ximena Amunátegui. Musa joven, la primera revista en que participó Huidobro, fue creada por su madre. En esa revista se encuentran los primeros textos del poeta, textos en que se hacen presente las voces mayores del estado, la iglesia y la tradición, pero también las voces contestarias de la disidencia estudiantil.  

En un libro de memorias inédito(50), en que se relata el regreso de Luisa Lynch y de sus hijas Carmen y Ximena Morla, desde Europa a Chile, alrededor de 1916, se dice que a Doña Luisa "le desesperaba la apatía de sus congéneres, sobre todo la que veía en las mujeres, porque los hombres, decía, tienen sus expansiones: el dichoso Club de la Unión, los copetines y la política. Pero las mujeres después que cumplen con la misión de la maternidad, se sientan arrellanadas a esperar la vejez y el santo advenimiento de la muerte, sin atreverse a pensar en nada, ni a desear o a mirar algo que no sean los filamentos dorados del dulce de alcayota. Por fortuna existían excepciones, Doña María Luisa Fernández, por ejemplo, la madre del poeta Vicente Huidobro, era una de ellas. Mujer de criterio amplio, de espíritu libre y alerta. Doña María Luisa ...dividía a la humanidad entre los que lograban empinarse hasta valorar la poesía de su hijo y los otros, la gran multitud que recorría los caminos del mundo como rebaño de topos ciegos". No cabe duda que el poeta Vicente Huidobro se vio amparado desde sus inicios por su madre, que fue en todos los planos un pilar -en filiación maternal pero también en filiación intelectual y espiritual; un pivote que le dio plena seguridad y osadía en su aventura y vuelo vanguardista.  

Puede señalarse, en síntesis, que entre 1910 y 1920 tanto el movimiento social de la juventud estudiantil como el espiritualismo de vanguardia que tuvo como sujeto al feminismo aristocrático, constituyen -en la era de la sospecha- verdaderos nichos de apropiación, en la medida en que se trata de sectores y condiciones socio-culturales mediadoras respecto a las nuevas energías culturales y a los ideales de cambio y renovación. Se puede afirmar que el discurso inicial y dialógico de la vanguardia, se nutre en su afán de arte nuevo del discurso contestario estudiantil y del discurso del espiritualismo de vanguardia, articulados en la desmaterialización.  

Los nutrientes conforman dos miradas, desde ángulos distintos, a la crisis de la sociedad oligárquica y de la clase dirigente; forman parte, como rebeldías sociales e intelectuales, de un contexto que abre el interés por lo nuevo y un afán por distanciarse de la tradición, instaurando así una legitimidad al proceso de apropiación de las vanguardias en el país; rebeldías sociales e intelectuales en cuyo curso se despliega también el moderno y complejo imaginario aéreo del vuelo, que describíamos al comienzo de este capítulo. Tal como afirma Jaime Concha: "Que Alsino (1920) el campesino jorobado, y que Altazor (1919-31), el profeta sin tierra, levanten vuelo al mismo tiempo resulta (bastante) más que una (mera y) sugerente coincidencia en nuestra vida nacional."(51)

Contexto Cultural y Textos Críticos
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